Es curioso, pero recuerdo el momento en que en párvulos descubrí que al juntar sílabas se formaban palabas con significado. Yo tendría unos cuatro años.
Entre mis primeros recuerdos está
la descripción de Platero:
“Platero
es pequeño, peludo, suave;
tan
blando por fuera,
que
se diría todo de algodón”
Sólo los espejos de azabache de sus ojos
son
duros cual
dos
escarabajos de cristal negro
Tampoco se me ha olvidado aquella fábula de
dos filósofos muy pobres y viejos. El que iba delante comía algarrobas,
pero detrás venía otro más pobre aún que comía aquellas que el otro tiraba al
suelo.
Los libros son muy importantes. Me acuerdo que en el colegio nos hacían encuestas
y una de las preguntas era ¿cuántos libros tienes en casa? Era una época en que
en casa había muy pocos libros, al menos en la mía, porque la mía era una
familia pobre.
Era una época en que los libros se vendían por las casas. Era muy habitual que sonara el timbre y en la puerta hubiera un vendedor de libros: editorial Sopena, Santilla, Everest. Las colecciones se vendían a plazos porque, generalmente, eran caras.
Yo compré a plazos mi enciclopedia Larousse en 1995.
Mi madre, que es una gran lectora, compró libros para nosotros (somos cuatro hermanos). Destaco El mundo de los niños, de la editorial Salvat. Imagina cómo nos influyeron, que los tomos 1 y 2, con cuentos ilustrados de todo el mundo, se los llevó mi hermana para leérselos a sus hijos.
Con estos libros aprendimos mucho, pero sobre todo a leer.
Otra de las colecciones que estaban en mi casa era
“Colección Historias. Selección”, con títulos como Búfalo Bill, Cuentos de
Perrault, Mujercitas, Sissí, Robin de los Bosques, Búfalo Bill etc. De la
editorial Bruguera. Eran libros que combinaban el texto literario con el comic,
que aparecería cada dos páginas. Yo era muy pequeña y solo me leía la parte del
comic. Así que aprendí a pasar las páginas de dos en dos.
No sé si yo leía porque era curiosa o los libros me
despertaron la curiosidad. En cualquier caso creo que la curiosidad y el querer
saber fueron claves en mi proceso como lectora. En el colegio, Lengua y Literatura eran mis asignaturas preferidas. También Historia.
Mis dos primeros libros, solo míos, me los compró mi
madre en la librería Caturla de Sant Joan un invierno que caí enferma con
infección de garganta (yo padecía mucho de anginas). “Se lo han dicho a Harriet”, sobre un motín en un reformatorio y
con alguna escena subida de tono sexual. Con 13 años leí mi primera novela. Se titulaba La
siesta, pero no sé quién es el autor. Con ella aprendí que los libros se
prestan (a mí me lo dejó mi compañera Ana López).
Con Eduardo Mendoza
Ya en el instituto, mi vida de lectora se ceñía a
las lecturas obligatorias. El Quijote, los clásicos del Siglo de Oro, Doña
Perfecta, La Celestina, Tiempo de silencio, La peste. Teníamos clase de 9 a 2 y
de 4 a 7. Con los deberes, no había mucho tiempo libre durante el curso. El
verano ya era otra cosa. Leía los libros de mis hermanos que estaban en casa,
filosofía, historia, literatura etc. Leer por leer, pero siempre disfrutando de
la lectura.
Durante la carrera, también leí mucho,
muchísimo. Casi todo eran libros prestados. De esta manera, leí de todo y muy
variado, lo que ha enriquecido terriblemente mi bagaje como lectora.
Una que me quitó el sueño - literalmente- fue El nombre de la Rosa, de Umberto Eco. Yo era muy aficionada a
la novela negra y de misterio. Tengo las novelas completas de Agatha Christie,
muchas de John Lecarré y una colección con los mejores volúmenes de novela
negra que seleccionó el diario El País en 2012. Además de
ser periodista, también hice de Criminología y todo ese campo me
apasiona.
En mi casa, mi padre y yo
construimos esta estantería de escayola para mis libros. Se me ha quedado
pequeña claro. Aquí tengo todos los libros de mis
autores preferidos: Miguel Delibes y Eduardo Mendoza. Y García Lorca. Antonio
Gala, Carmen Martín, Gaite, Terenci Moix, Almudena Grandes, García Márquez, Juan
Rulfo, Ana Mª Matute, Vargas Llosa, Isabel Allende… autores que podemos
ubicar en un periodo muy amplio. Desde la postguerra hasta la actualidad.
En mi aprendizaje como lectora
descubrí que el acto de leer ha de ser placentero. Yo, al principio,
consideraba que era una traición al autor no acabar una novela. Y así, he
leído cosas que eran infumables. Yo trabajé en El País y un día hablando con una compañera crítica literaria del periódico, me dijo que
no pasaba nada si dejaba una obra a la mitad o la abandonaba al poco de
empezarla. Saber que eso se podía hacer, dio un giro nuevo a mi persona como lectora.
He de reconocer que en los primeros
años del segundo milenio perdí el gusto por la literatura. No encontraba nada
que me gustara o no me agradaba la manera en que estaba escrito. Ese bache ha pasado. Así que, como me guío mucho por los consejos de
mis amigos lectore, ahora que he terminado Patria, y en mi mesilla de
noche no hay ningún libro, ¿qué me aconsejas leer?
NOTA. Este es el trabajo que preparé para la parte de la asignatura de la profesota Teresa del Olmo, aunque no lo expusimos. Como es muy larga, no he incluido la parte audiovisual para no extenderme demasiado.
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