lunes, 26 de marzo de 2018

Autobiografía lectora y audiovisual ficticia


Mi  hija quiere ser astrofísica, astrofísica o escritora. Cuando la gente escucha los singulares e insobornables deseos que se escapan de la boca de mi dulce criatura alteran el rictus, fruncen el ceño y, con ojos desorbitados de asombro y verdugo, no tardan en culparnos a nosotros los padres de ser la causa de los extraños antojos de nuestros hijos. ¡Qué desatino!
Bueno, está bien, seamos sinceros: lo cierto es que mis caprichos literarios también se han convertido en los de mi hija Alicia y, claro, de tanto leer y releer, escuchar y ver todo aquello ¡poco disparatadas son sus pretensiones, diría yo! A la familia primero le extrañaba que Alicia siempre tuviera prisa, “¡Dios mío, Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!”, y que se escurriera por los muebles buscando su madriguera; mis amigos se incomodaban cada vez que mi inocente niña les interrogaba con uno de los afilados acertijos que hemos visto miles de veces en nuestra película favorita, ella descubriendo su infancia y yo recordando la mía: En el Laberinto, de Jim Henson. ¡Especialmente aquel acertijo de las dos puertas hacia la vida y la muerte y sus guardianes mentirosos! 
Pronto ella comenzó a leer libros por su cuenta, y me halagaba que siempre tuviera en mente las debilidades de su madre: la trilogía de El corredor del labertinto (de la que me cuenta que lo importante es correr, como el conejo) o Los juegos del hambre (recrimina de esta saga sus limitaciones frente a Un mundo feliz, que les han "mandado" leer en el Instituto, y se escandaliza de la manía clasificadora del humano). Los últimos meses la observo muy atenta viendo películas de animación japonesas, tan surrealistas como las nuestras. En concreto la absorbe una: El viaje de Chihiro. Me recomienda que la vea con ella, porque “también salen monstruitos fantásticos que se comportan como humanos”- argumenta. En definitiva, espero que encuentre algún día, en algún astro, su lugar fantástico, menos aburrido que este, o que al menos sea ella quien lo invente, escribiendo distopías.
       

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