miércoles, 14 de marzo de 2018

Práctica 2. Autobiografía lectora y audiovisual de un alumno imaginario.
No han sido pocos los libros que me han hecho como soy, aunque sí son pocos los que coinciden con aquellos que educaron sentimentalmente a mis padres. Yo (preciso es confesarlo) no me he bañado nunca en las aguas amarillas al impacto de un limón que pintó Federico García Lorca en sus poemas, pero sí que he cabalgado por el aire en medio del miedo, jinete elegido por el hado a lomos de una escoba voladora. Estoy seguro de que no sería como soy ni soñaría lo que sueño si no me hubiera colado nunca por las paredes mágicas de las estaciones de las películas (y algunos libros) de Harry Potter. Pero no solo Harry Potter: también viajé por las sendas infinitas de las películas de El señor de los anillos, y quise ser Héctor (o tal vez Aquiles: tal es el genio del guionista) en la película de Troya. Libros clásicos (preciso es confesarlo) he leído pocos, pero nadie conoce mejor que yo los mundos de Narnia o Los juegos del hambre. Vitalista y enamoradizo, siempre me he emocionado mucho con los Veinte poemas de amor y la canción desesperada (¡yo, tan desesperado!) de Pablo Neruda. Rafael Alberti (dice mi padre), buen amigo de Federico García Lorca, heredó de Pablo Neruda un perro llamado Niebla. Qué casualidad: una de mis novelas favoritas lleva también esa palabra: El príncipe de la niebla, de Carlos Ruiz Zafón. Si al final todo (todo littera, al fin y al cabo) va a estar mucho más relacionado de lo que parecía.

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